Los educadores futbolísticos, técnicos o entrenadores no pueden asumir solos esta responsabilidad, sin embargo deben hacer frente a una responsabilidad: no romper la felicidad de los niños.
Afortunadamente, éstos no necesitan grandes sumas de dinero para disfrutar de un momento, ni tan siquiera piden recursos imposibles: sólo tiempo y cariño. Justo lo que podemos ofrecerles.
Disponer de tiempo cada semana y el cariño hacia los demás no nos cuesta nada. ¿Cómo se divierten nuestros hijos? ¿Cuántas veces viéndoles, con un viejo juguete en un rincón de la casa, ha sentido que eran felices?
Pero no nos engañemos. No todos los jugadores que tenemos en nuestro equipo tienen la fortuna de vivir en un entorno feliz. Cada vez con mayor frecuencia nos encontramos con chicos que a su corta edad ya sufren las consecuencias de familias desestructuradas, maltratos, ... Y no en pocas ocasiones, el compartir una actividad deportiva, en este caso el fútbol, es su única vía de escape ante tales problemas.
Como educadores somos forjadores de sueños. Uno de los aspectos que se me antoja fundamental en la educación, futbolística o no, de los niños es el rol de modelo que ejercemos como formadores: para ellos somos un espejo. Incluso en las edades iniciales ni siquiera debemos esforzarnos por ganarnos su fidelidad.
Quizás llegados a este punto usted se pregunte: ¿Y con esto qué? Sencillamente que es muy difícil compartir sueños de felicidad con los jóvenes jugadores si cuando el técnico “salta” al campo de juego arrastra problemas personales, estrés laboral o desencanto con el mundo. Recuerde: para ayudar a que los pibes disfruten y sean felices jugando al fútbol, ustedes debe serlo también.
Tratando de trasladar ese enfoque teórico a la práctica semanal de sus entrenamientos y partidos, hay tres cuestiones en las cuales creo que los educadores futbolísticos, porque así me gusta llamarlos tienen mucho margen de maniobra:
- Enseñar a nuestros jóvenes jugadores a disfrutar de los pequeños detalles: en cada momento del juego se producen situaciones únicas que merecen su atención. Debemos educarles para que disfruten de cada pase de gol que creen, de cada “robo de pelota” que consigan, de cada engaño (futbolístico) que cometan, de cada aplauso que oigan...
- Enseñar a compartir lo mejor de sí mismos con los demás: aunque en esta sociedad actual está de moda "tener", debemos enseñar a nuestros jugadores que lo verdaderamente importante para ser feliz es el "ser": ser amado, ser apreciado, ser valorado, ser querido, ser…
Es fundamental para la buena dirección de un equipo que entre sus jugadores prevalezca el deseo de compartir: alegrías por el trabajo bien hecho, miedos ante las dificultades de la competición, ilusiones ante nuevos desafíos, ilusión por llegar para los más jóvenes, incluso porqué no el propio talento...
Y me sabrán perdonar la insistencia pero creo que todo esto pasa por ser ustedes modelos/espejos: sean maestros en el compartir, manejando una comunicación franca con los jugadores, discutiendo con ellos decisiones del grupo, ...
- Enseñar a valorarse a uno mismo: como educadores futbolísticos no deben olvidar que trabajan con niños y adolescentes. La adolescencia es una compleja etapa en la cual se va forjando entre otras cosas la personalidad del sujeto: es la etapa de las grandes dudas tanto a nivel de aceptación de uno mismo como ante el enorme abanico de opciones que se le presentan; en esa incertidumbre, muchos jóvenes son incapaces de valorar sus propias cualidades, entrando en su espiral de insatisfacción personal y sensación de fracaso consigo mismo, con la familia, con los amigos.
Dentro del contexto futbolístico es fundamental reflexionar con los jugadores sobre aquellos aspectos que constituyen sus puntos fuertes, sus valores, sus virtudes...
En Nuestra próxima entrega nos referiremos a: Estimular el liderazgo y el compromiso en el juego.