A buen seguro, dentro de cincuenta años algunos seguirán discutiendo si Lionel Messi fue mejor que Diego Armando Maradona o viceversa.
Los argumentos van a ser frondosos. Los números de Messi son superiores a los de Maradona: mete más goles, gana más campeonatos; es cierto también que Messi juega en el mejor equipo de la historia, pero Maradona pasó por ese mismo club y se tuvo que ir al Nápoles.
Maradona siempre fue un héroe individual, caballero solitario entre burros y caballos; Messi es una pieza ajustadísima del mejor equipo de la historia, y el fútbol, en última instancia, es un deporte colectivo.
Maradona parecía encajar mejor en equipos mediocres que lo necesitaran mucho que en equipos completos. Messi, en cambio, nunca jugó, probablemente nunca juegue, en un equipo malo o por decirlo de modo feo, el peor equipo en el que jugará es la Selección Argentina.
Y de ahí el argumento más usado: los números de Messi son muy superiores pero para ponerse a la altura de Maradona le falta un Mundial.
De todas formas, más allá de números y logros, son dos jugadores muy distintos, aunque a veces se parezcan tanto. Se diría que lo que empieza en Maradona culmina en Messi.
Maradona jugaba como si estuviera inventando el fútbol con cada movimiento. Messi, como si lo hubiera perfeccionado hasta un punto insuperable. Maradona, como si corriera al borde del abismo con la elegancia y el peligro del mejor equilibrista. Messi, como si lo que hace fuera una cosa de tan fácil magnitud.
Messi tiene, además, otras dos grandes desventajas: la primera es que Maradona llegó primero, inventó ese molde que parecía hecho solo para él y que, sin embargo, Messi puede llenar. Por eso Messi empezó su recorrido tratando de ser tan grande como Maradona.
Y la otra es que no es muy argentino. Quizá, con el tiempo, termine siéndolo o pareciéndolo, que no es lo mismo pero es igual. A veces creo que Messi es, para los argentinos, como un muñeco que te toca en una rifa.
El debate no se trata de saber si Messi es el mejor jugador del mundo en este momento sino si puede ser el mejor jugador de la historia. Lleva cuatro años haciendo que lo extraordinario parezca ordinario, produciendo rendimientos sorprendentemente brillantes con una regularidad que ha hecho que ya no sean sorprendentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario