El entrenador debe comprender cuál es la función que tienen los partidos en el contexto de la actividad de su equipo y, consecuentemente, planificar los partidos para que cumplan esa función.
Así mismo, es importante que el entrenador controle su propia conducta durante los partidos. El entrenador no es un hincha, por lo que no debe comportarse como tal. El entrenador es un experto que debe controlar su conducta para conseguir que los partidos, sea cuál sea su función, resulten una experiencia provechosa para su equipo.
Al igual que en las sesiones de entrenamiento, la actitud en los partidos del entrenador de un equipo con jugadores jóvenes, debe ser objetiva, constructiva y positiva.
Objetiva: Porque debe valorar con objetividad qué pueden hacer sus jugadores (antes del partido), qué es lo que están haciendo (durante el partido) y qué es lo que realmente han hecho (después del partido).
Constructiva: Porque pase lo que pase en el partido, el entrenador debe aprovecharlo para que sus jugadores, individualmente y como equipo, obtengan un beneficio que contribuya a su formación deportiva y humana.
Positiva: Porque sin perder la objetividad, el partido no es el momento para analizar con profundidad los errores, sino para destacar las conductas positivas de los jugadores y animarles a que hagan cosas sin miedo a fracasar.
Muchos entrenadores de jugadores jóvenes pierden la perspectiva apropiada y el autocontrol que deben tener en los partidos, cuando sus jugadores cometen errores que son perfectamente normales; y en lugar de centrarse en los aspectos del partido que podrían ser aprovechados, estresan a los chicos con comentarios inútiles que aumentan su inseguridad y hacen del partido una experiencia negativa.
De hecho, muchos jugadores jóvenes que comenzaron jugando al fútbol con mucha ilusión, dejan de tenerla y, en muchos casos, abandonan este deporte porque los partidos se convierten en experiencias muy estresantes que no pueden manejar. La conducta del entrenador es un elemento fundamental para evitar este problema y conseguir que los partidos sean experiencias positivas cualquiera que sea su resultado.
Por tanto, el entrenador debe establecer objetivos realistas para el partido y ser consciente de que habrá algunos aspectos del juego que no saldrán como le gustaría: en unos casos, porque será lo normal considerando el nivel de los jugadores, ya que no podrán hacer más de lo que son capaces; en otros, porque será lo normal teniendo en cuenta que en este deporte existe un inevitable margen de errores que debe aceptarse; es decir, por muy bien que estén preparados los jugadores, y por muy bien que jueguen, se producirán errores en aspectos del juego que dominan, tal y como les ocurre a los mejores jugadores profesionales.
Así, el entrenador debe estar preparado para tolerar los errores de sus jugadores y seguir dirigiendo el partido sin que le afecten emocionalmente.
Además, debe estar preparado para aprovechar la experiencia del partido, pase lo que pase, de manera constructiva: por un lado, reforzando las acciones positivas de los jugadores para que éstos tiendan a repetirlas; por otro lado, observando lo que salga mal y verdaderamente se pueda mejorar, para trabajar en ello en sucesivos entrenamientos.
El partido no es el ámbito apropiado para corregir los errores graves (para eso están los entrenamientos) y, por tanto, no es útil que el entrenador pierda energía con este propósito, perjudicando el rendimiento de los jugadores en otros aspectos.
En los partidos, el entrenador debe centrarse en las acciones positivas de los jugadores reforzándolas para que se repitan, y limitarse a corregir pequeños detalles cuyo cambio en el propio partido sea realista.
Además, no debe detenerse demasiado en las jugadas pasadas (ya lo hará después, cuando analice el partido en su conjunto), sino centrarse en el presente y el futuro del partido.
Lo importante en un partido no es lo que ya ha ocurrido y no puede cambiarse, sino lo que está sucediendo ahora o puede ocurrir en el resto del partido.
Por ejemplo: lo importante no es que el equipo contrario haya conseguido un gol haciendo un contraataque, sino aprovechar esta experiencia para que no vuelva a suceder, o suceda lo menos posible, a partir de este momento.
Por tanto, el entrenador no debe lamentarse por el gol que el equipo contrario ha metido, ni recriminar a sus jugadores por lo sucedido, sino dar instrucciones constructivas, con contenidos que los jugadores dominen, para subsanar o reducir este problema en lo que resta de partido.
Este enfoque objetivo, constructivo y positivo de los partidos, es muy importante para dirigir equipos de jugadores jóvenes con la máxima eficacia.