La historia ha demostrado que un entrenador con un gran equipo, plagado de talentos, trabajando en un club con cultura e historia y con respaldo de la entidad y afición, no siempre consigue los resultados deseados. Porque un entrenador, antes que dirigir a genios, tiene que gestionar personas. Los futbolistas son personas, y si queremos sacar lo mejor de ellos, si quieres que trabajen en equipo y que el grupo tenga sinergia, tendrás que ser más que un entrenador, un gran gestor de grupos.
Hay personas que tienen carisma, nacen o se forman para facilitar la comunicación con el grupo, y de forma natural y talentosa, conducen al jugador hacia el objetivo, sacando lo mejor que lleva dentro, no solo deportivamente hablando, sino en lo que se refiere a su implicación y compromiso.
No vamos a divagar con estilos de liderazgo, ni debatir que si el democrático, el autoritario o el dejar hacer son peores o mejores estilos. Lo que no tiene vuelta de hoja es la importancia de ser un buen líder, o preocuparte por serlo, a través de la formación y el coaching. Cuando diriges con eficacia:
- Repercute en el beneficio del grupo. Aumentas el nivel de eficacia deportiva de cada uno de tus jugadores y, por tanto, del grupo en general.
- Mejoras las relaciones personales con el grupo y entre los compañeros.
- Estableces un modelo basado en el respeto. Conseguirás tener seguidores en lugar de meros jugadores que te obedecen porque eres la máxima jerarquía.
- Transmites entusiasmo y ganas de trabajar. La persona con carisma o el buen líder es capaz de hacer trabajar al grupo a pesar del cansancio y los resultados negativos. Consigue que el grupo confíe y que los jugadores no pierdan la fe ni en su talento ni en los compañeros.
Sigue estas directrices y verás cómo “dirigir bien” no es tan difícil como parece:
- Trata a los jugadores con respeto, tanto en el contenido (comunicación verbal) de lo que transmites como en las formas (comunicación no verbal). No hace falta gritar ni humillar para parecer creíble. Ni siquiera para que te hagan caso. Las personas que necesitan transmitir las órdenes a través del autoritarismo y de la fuerza, no son respetadas ni son creíbles para el grupo. Se les obedece más por miedo que por convicción en lo que dicen.
- Manda mensajes positivos: “si se puede, estamos preparados, confío en vosotros”. Los mensajes negativos centran la atención en el error y aumentan la probabilidad de que vuelvan a repetirse.
- Si tienes que corregir algo, hazlo de forma breve y centrándote en lo que HACE MAL, no en LA PERSONA. No es lo mismo decir “estamos perdiendo muchos balones en el centro del campo” que “sois una panda, aquí no trabaja ni Dios, si seguís así estamos jodidos”.
- Trabaja la reflexión, y hazlo cada día. No se consigue automatizar una nueva forma de comunicación si no te esfuerzas a diario. Convierte la reflexión y la paciencia en una filosofía de trabajo.
- Antes de hacer un comentario, por muy alterado que estés, mide tus palabras. Si eliges el mensaje equivocado, seguramente obtendrás resultados equivocados.
- Refuerza, refuerza y refuerza. Los comportamientos que se refuerzan, agradecen y elogian, tienden a repetirse. Además, generan confianza y seguridad en el jugador. A todos nos gusta que nos feliciten por un trabajo bien hecho.
- Plantéales objetivos desafiantes, e incúlcales que son capaces de alcanzarlos. Los objetivos tienen que estar centrados en sus competencias, no en las del rival ni en las del partido. Es decir, en jugadas y resultados que dependan de nuestro juego y nuestra actitud.
- Saca la cara por ellos, siempre, y sobre todo en público. Los trapos sucios se dejan para el vestuario. Si dejas a los tuyos con el culo al aire, terminarás por recoger lo mismo que siembras. Los grupos de trabajo están para apoyarse, en las duras y en las maduras. Todos somos responsables de los éxitos, pero sobre todo de los fracasos. Lo que no te guste de tu grupo, háblalo a solas con ellos.
- Escucha. Lo que tienen que decir tus jugadores es importante. Nadie conoce mejor el puesto de trabajo que aquel que lo ejerce. Deja que participen, tengan iniciativa y propongan cosas. Como líder eres tú el que tiene que tomar la decisión, pero contar con la opinión de otras personas siempre es enriquecedor.
- Ten empatía. Ponte en el lugar de ellos, ten ese radar que detecta si los tuyos están bien o están mal. Estate atento a las señales, sé comprensivo y flexible.
- Y ante todo, sé claro y directo. Los jugadores valoran a los entrenadores que "van de cara", que les dicen la verdady son honestos. Las personas con valentia tienen un valor añadido
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