domingo, 14 de octubre de 2012

Poetas del Fútbol. Pep Guardiola

Guardiola5smaller_nologoHace 19 años el Barcelona tocaba el cielo en Wembley. Era la primera vez que el conjunto azulgrana se proclamaba campeón de Europa y ponía fin a una deuda histórica que había durado demasiado tiempo. Entre los afortunados, un joven de 21 años de aspecto débil cuya fuerza estaba en un lugar que no alcanza la vista. Ese chaval contaba con un cerebro especial, de esos que ven lo que otros ni imaginan, que piensan dos segundos antes que el resto. Se trataba de Pep Guardiola , la excelencia hecha modestia.

El flaco centrocampista de Santpedor era la extensión de Cruyff en el campo. Un futbolista ordenado, inteligente, apasionado por el fútbol de toque y la elaboración cuidadosa. El líder perfecto para la atractiva apuesta del Dream Team, el mejor equipo en la historia del Barcelona. La referencia del club catalán durante muchos años hasta que, casi dos décadas después, ese chico se sentó en el banquillo del Camp Nou.

La apuesta de Laporta fue arriesgada, casi homicida. Se ponía fin a una etapa exitosa del club con Rijkaard al mando en la que, entre otras cosas, se había ganado la segunda Copa de Europa y el relevo lo recogía un técnico cuyo aval era un anecdótico ascenso con el filial a Segunda B respaldado por su impecable trayectoria comoguardiola_04 jugador azulgrana. La experiencia, en el caso de Guardiola, no era una cuestión primordial. Él no es un entrenador al uso. No sigue los parámetros habituales.

Valga como ejemplo su particular ruta antes de embarcarse en la aventura del filial. Pep decidió visitar a un puñado de prestigiosos entrenadores que despertaban en él admiración. Les pidió consejo sin convertirlo en un dogma de fe. Entre ellos, un cara a cara con Bielsa, como recordó hace poco Santiago Segurola, y una visita a Menotti "Pep no vino buscando que le dijéramos cómo se hacía. Él ya lo sabía"

Fin a la era Ronie y Deco. El caso es que ahí estaba Guardiola, al frente de un nuevo proyecto en el club de su vida con el título de entrenador oliendo a nuevo. "Se dice que es más fácil cambiar de mujer que de equipo de fútbol, y es cierto", dijo el entrenador catalán en una ocasión. Lejos de arrugarse y tomar medidas populistas que le facilitaran los inicios, el de Santpedor arrancó su etapa con una decisión controvertida. Optó por refrescar la plantilla y para ello se quitó de encima a dos ídolos del barcelonismo: Deco y Ronaldinho. A otro de ellos, Eto'o, le abrió la puerta pero tuvo que aguantarle una temporada más.

Comenzaba así una nueva vertiente del 'cruyffismo'. Más perfecta, adaptada al fútbol de estos tiempos pero con los mismos pilares que sujetaron los éxitos del 'Dream Team'. Los matices visibles sobre el terreno de juego se hicieron también evidentes en la banda, en la sala de prensa y en todos los estamentos del club. La prudencia, el elogio al contrario, el trabajo Guardiola_Pepconstante y la solidaridad en el esfuerzo formaban partes de los mandamientos de Pep. En definitiva, no creerse más que nadie, simplemente demostrarlo.

El Bernabéu deja de ser coto privado. Guardiola, producto de La Masía, prestó atención a la cuna del barcelonismo con la aparición de futbolistas como Pedro o Busquets y recuperó al canterano exiliado a Inglaterra, Gerard Piqué. Con esas modificaciones y novedades, el Barça empezó a forjar un colectivo asfixiante en la presión, inabordable en la posesión del balón y con la resolución necesaria para definir los partidos. El resultado fue sencillamente perfecto. Seis títulos de seis posibles con momentos inolvidables como el gol de Iniesta en Stamford Bridge o el apabullante 2-6 en el Santiago Bernabéu para decidir la Liga.

Precisamente uno de los puntos críticos de Cruyff. Al holandés siempre se le acusó de arrugarse en territorio del eterno rival. El plan de Guardiola era todo lo contrario. Su fidelidad a un estilo le impedía pensar en otra cosa que no fuera atacar y dominar el partido. "No hay nada más peligroso que no arriesgarse", subrayó en una rueda de prensa. Y eso fue lo que hizo. La Copa del Rey ante el Athletic y la Liga de Campeones frente al United demostraron que la apuesta de Guardiola tenía algo especial. "Si perdemos, continuaremos siendo el mejor equipo del mundo. Si ganamos, seremos eternos". Esa frase en los momentos previos a la final de Roma alcanzó todo su significado cuando, meses después, el Barça sumaba otros tres títulos más con la SupercopaPep-Guardiola de España, la Supercopa de Europa y el Mundialito de clubes.

Igualar lo conseguido, en su segundo año, se antojó como un imposible. Y así fue. El juego se mantuvo pero los resultados, en algunos casos, le dieron la espalda. Únicamente la Liga, el "trofeo más difícil de todos" en palabras de Guardiola, volvió a caer del lado azulgrana. Caprichos personales como Ibrahimovic o Chigrinskiy no salieron bien pero las sensaciones seguían siendo buenas.

Los duelos con el Madrid se habían convertido en un momento de disfrute cuando no hace mucho suponían un obstáculo incómodo. Sólo el Inter de Mourinho y el Sevilla en Copa 'mancharon' la trayectoria impoluta de Pep "Nosotros sabemos ganar, pero mejor sabemos perder", decía entonces el técnico azulgrana. Y no le faltaba razón.

 

En su tercera temporada, el Barça fue un ciclón que encontró oposición en contadas ocasiones. El Madrid de Mourinho se presentó como la gran amenaza pero, salvo en la Copa del Rey, tampoco pudo frenar la meteórica carrera del entrenador catalán y su Barça. "A ceros no podemos ganar al Madrid pero trataremos de ganar en entusiasmo" Y eso que hubo grandes dificultades. Una plantilla corta obligó a Guardiola a sacarse de la chistera un central improvisado. Mascherano, el elegido, cumplió con creces. Se confirmó que la ubicación reinventada de Messi servía para ver la mejor versión del argentino, y el resto de la maquinaria funcionó tan bien como de costumbre.

 

La historia ya la conocen fue otro año de ensueño. La Liga, otra Liga de Campeones... el mismo derroche de juego, otro buen número de exhibiciones, la posesión, siempre la posesión. En sólo cuatro años, el mejor Barcelona de la historia, sin discusión…

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