Cuando aceptamos la responsabilidad de dirigir a un grupo de jóvenes, asumimos una inmensa responsabilidad. Tenemos en nuestras manos un grupo de chavales que actuarán a partir de nuestras decisiones, nuestros gestos, nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestros sentimientos, nuestros conocimientos, nuestras habilidades, nuestras ...
¿Somos conscientes de la trascendencia que esto supone? Realmente, ¿valoramos en su justa medida la importancia de nuestro acierto o desacierto ante un reto de tal calibre?
Hablemos claro: se trata de ser protagonistas en el proceso de formación como persona, ciudadano y futbolista, de sujetos cuya rutina diaria no va más allá del ambiente familiar, escolar y círculo de amistades. Y todo ello desde la escasa valoración, por desgracia, que reciben las personas que dedican parte de su tiempo a estos menesteres; y no me refiero solamente al aspecto económico -que también- sino en primer lugar, a los propios recursos destinados por los clubes y asociaciones deportivas a los equipos de estas edades. ¿Qué porcentaje de recursos de los clubes tiene como destino la mejora de la formación futbolística de los más pequeños? Y por si esto no fuera suficiente obstáculo, no olvidaremos las presiones que padecemos -incluso de los propios padres- para convertir a los niños en campeones tan pronto como sea posible.
Pero lejos de servir para desvanecer ilusiones, la reflexión anterior nos debe servir como punto de partida del verdadero trabajo en las categorías de formación futbolística: construir al futbolista con el desarrollo simultáneo de su esfera personal, social y, si llega el caso, profesional (futbolísticamente hablando). Así pues el reto es emocionante y merece, por supuesto, una dedicación sería y responsable de nuestra parte, como educadores/formadores. Esto último sí está al alcance de nuestra mano, y con este artículo pretendemos aportar ideas para llevar a cabo esta responsabilidad: la construcción integral del joven futbolista.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario