Hola Papa,
Mis amigos y yo hablamos, a menudo, de vosotros, los padres. Siempre os ha gustado que fuéramos deportistas, y si no quisiéramos serlo, seguramente vais a buscar la forma que lo seamos. Hemos pasado por varias fases en vuestra educación: la primera, cuando deseabais que fuéramos campeones y ganáramos muchos millones. La segunda etapa es la de descubrimiento de una estrella. ¡Tienes talento!, ¡puedes ser campeón!. También de las afirmaciones: “hazme caso a mí, que yo sé de esto”, “hoy seguro que ganamos”. La tercera etapa es la de decepción, salvo que seamos un Messi. Os dais cuenta que no vamos a ser unos “monstruos del balón” y nos rechazáis como deportistas de alto nivel.
Comento con mis amigos la cantidad de padres que nos encontramos, cada partido que disputamos, en los campos de la provincia. Muchos ejemplos y varias clases de padres:
Padres indiferentes: que nada saben de sus hijos, que poco se preocupan, que no les preguntan nada, por falta de interés, porque están con la cabeza en sus problemas o negocios. Padres sobreprotectores: pesados, invasivos, presionantes. “Tanto lo quiero, tanto lo aprieto” (y sin querer les quitan el aire). Padres equilibrados: aunque parezca mentira existen. Se meten lo justo y necesario, se preocupan por sus hijos, no realizan preguntas por la eficacia y confían en los entrenadores. Padres que no exigen ni presionan, que acompañan, que disfrutan yéndolos a ver y que son felices de ver bien a su hijo y que gracias al deporte, tienen cosas para contar.
¿Papá, te has preguntado si estas en alguna de estas categorías de padres? Nunca me has preguntado ¿lo has pasado bien?, cuando termino el partido. Siempre me preguntas ¿cómo has quedado? Este es el modelo de padre que no quiero que seas, el que presiona, obliga, se dedica a ser mi entrenador, me reta cuando lo hago mal, el que vive mis triunfos y mis derrotas como si fuesen tuyas y como si el orgullo familiar se pusiera en juego.
Me gusta mucho que me lleves todos los fines de semana a los partidos, que me recojas del colegio y me acompañes a los entrenamientos, que me compres las mejores botas y que me des consejos, esto que haces por mí a diario hace que te quiera cada día más. Quiero que sepas que hay cosas que no hago, porque no se hacerlas, no porque no quiera. Porque soy un niño, papá. Por eso me equivoco. No quiero que te cabrees, pero no me gusta que me grites desde la grada del campo. Me da mucha vergüenza que me digas lo que tengo que hacer en los partidos. No me gusta que mis compañeros y mi entrenador escuchen tus gritos, él ya me dice lo que tengo que hacer durante toda la semana. Tampoco me gusta que le grites al árbitro, él tampoco quiere equivocarse, no lo insultes, porque yo no lo hago.
Me han enseñado que todos los jugadores del equipo tiene que jugar, incluso los que saben menos que yo. No me gusta que te enfades cuando me cambian por otro. Los que entran a jugar por mí son mis amigos. Esto es un juego papá, quiero divertirme. Yo sé que nunca me has mentido, así que quiero que recuerdes cuando tenías mi edad y trates de ponerte en mi lugar. ¿Es que tú sabias hacer todo lo que me pides que yo haga? ¿Eras tan bueno jugando al fútbol como dices?
Otros padres no gritan cuando fallan sus hijos. Y no le discuten al árbitro, le aplauden al contrario al terminar el partido. Papá yo quiero jugar al fútbol, porque el fútbol es el deporte que más me gusta. Yo sé que no soy el mejor, que no vamos a ser campeones y que no voy a jugar en primera división, pero deseo practicarlo todo el tiempo que pueda.
Nunca me preguntaste si me gustaba el fútbol. Desde bien pequeño me pusiste una pelota delante y me regalaste unas botas sin consultarme. No te preocupes, has acertado papá, claro que me gusta el fútbol, para mí, es el mejor deporte que hay. Pero tienes que saber que hay días que no tengo ganas de ir a entrenar, que a veces estoy cansado, que no me apetece jugar al fútbol y aguantar toda esa presión que me metes. Quiero que sepas que no soy un fenómeno, no han tenido tiempo de enseñármelo todo, que fallo mucho, que soy un niño jugando a un juego de niños. Y sobre todo, quiero seguir jugando al fútbol y que estés siempre a mi lado para llevarme a los campos, cuando sea mayor yo te llevaré a ti.
Esta situación que yo “sufro”, cada fin de semana que disputamos un partido, también la sufren compañeros de equipo, incluso amigos en otros equipos que conozco. Me cuentan como, desde la banda, madres, padres y aficionados en general gritan, insultan y comentan jugadas. Que hay opiniones de todo tipo, casi siempre de mal gusto, las peores sobre el árbitro. Durante todo el encuentro tienen que aguantar improperios, insultos, descalificaciones. Pero lo peor de todo, indicaciones a los jugadores de su mismo equipo: chuta, centra, regatea, sube, baja, aquí, allí, que se mezclan con las del entrenador. Una locura papá.
No seas como ellos, tú eres un gran padre para mí y no quiero que cometas sus errores. Tú me has enseñado a ser niño, pero a ti nadie te ha enseñado a ser padre. Desgraciadamente, no hay escuelas donde aprender el modelo para aprender un trato ideal con tus hijos. Vosotros, los padres, hacéis lo que podéis, unas veces es mucho y otras poco. Sólo te pido que, por lo menos, lo intentes.
¿Qué puedes hacer por mí?
Aprende a aceptar que los niños no jugamos para entretener al público, ni para ganar, jugamos para divertirnos, para pasarlo bien. Es importante que aceptes esta situación como parte del juego. Desde que me diste un balón, quería jugar, competir y ganar, pero no a cualquier precio. Se trata de saber encauzar la victoria, se trata de saber perder y saber ganar. No me recrimines mis errores. Estoy aprendiendo, soy pequeño. No me teledirijas, no me des instrucciones, que lo haga el entrenador, si no me equivoco nunca aprenderé. Ten en cuenta que tus comportamientos son un modelo a imitar por mí. No hagas que acabe odiando el fútbol por ti.
La mayoría de padres adoptan una actitud de respeto y diversión sin buscar más allá que su hijo pase un rato divertido, fíjate en ellos. Si vas a sufrir, no vayas a verme, porque yo también sufro. No me ridiculices, ni a mí ni a mi equipo, bajo ningún concepto. No cuestiones las decisiones del entrenador ni de los árbitros. Apóyame, tanto en el esfuerzo como en la victoria. Reconoce mis virtudes y las de los demás.
El fútbol, a mi edad, es una etapa lúdico formativa en la que quiero que me acompañes. Pero quiero tener la libertad de encontrarme a mi mismo y tú debes ser el responsable de ese camino. Estoy aprendiendo el valor de las cosas, viviendo con ilusión el deporte que más me gusta, el fútbol. Déjame que supere por mi mismo las adversidades y respeta mi proceso de formación. Me gustaría ser jugador de fútbol profesional, pero si no lo soy, no pasa nada, me conformaría con hacer deporte y jugar con mis amigos todo el tiempo que pueda.
Por último, debes saber que, a pesar de todo lo que te cuento en esta nota, el fútbol y tú sois lo más importante en mi vida y me gustaría que siguiera siendo, por eso quiero que seas mi padre, no mi entrenador. Te quiero papá.