Según el profesor David Goleman, la Inteligencia Emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, entre otras cosas. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social.
Con este concepto Goleman se refiere a la importancia de conducir adecuadamente nuestras emociones al servicio de los hechos, situación que por lo general no está sucediendo en la mayoría de nuestros futbolistas. Se debe entender que para saber manejar la inteligencia emocional no es requisito ser el más culto, el más estudioso, ni mucho menos tener un gran coeficiente intelectual; solo basta saber controlar los estímulos que puedan provocar desenfreno en la conducta.
Si Goleman indica que el rendimiento escolar del estudiante depende del más fundamental de todos los conocimientos, aprender a aprender, en este caso para el fútbol podríamos utilizar el mismo procedimiento. Propone una serie de pasos fundamentales para lograr el cometido de reeducar, que al conocerlos vemos que son perfectamente aplicables a lo que se está buscando para el comportamiento ideal de un deportista.
Aquí los presenta de la siguiente manera:
1. Confianza. Sentir la sensación de tener muchas posibilidades de éxito en lo que emprendes.
Problema muy común en el futbolista sobre todo cuando enfrenta de visita a equipos superiores. La falta de seguridad, el temor, de competir altera el rendimiento real del deportista. Falta entender que la sumatoria de disciplina + trabajo = buen rendimiento.
2. Curiosidad. La sensación de que el hecho de descubrir algo es positivo y placentero.
Linda definición para conocer el éxito. Si nunca ganaste nada, entonces búscalo, aprende qué es lo que se siente ser ganador de un título habiéndolo buscado. Te gustará y lo querrás repetir.
3. Intencionalidad. El deseo y la capacidad de lograr algo y de actuar en consecuencia. Esta habilidad está ligada a la sensación y a la capacidad de sentirse competente, de ser eficaz.
Este paso lo asociamos al objetivo final. Trabajo en función de un programa de entrenamientos para llegar a mi resultado final. El futbolista debe tener las ganas y saberse talentoso para seguir el plan de trabajo del técnico. Lamentablemente en muchos de los equipos los objetivos se van dando a medida de las circunstancias, no dejando desarrollar este paso desde el principio a sus jugadores.
4. Autocontrol. La capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada; dominar la sensación de control interno.
Aquí es donde la mayoría tiene problemas, controlar en caliente, en pleno partido es difícil teniendo en cuenta los factores de intencionalidad, resultado, dolor, u ofensa; sin tomar en cuenta criterios de arbitraje. Es ahí justamente donde se debe saber manejar la inteligencia emocional en todos sus sentidos. Pensar en menos de un segundo, que lo que sucedió pudo haber sido una provocación, una casualidad, lo que sea, pero lo que le conviene a su equipo es el logro del objetivo final, por lo tanto no debe desconcentrarse y caer en ímpetus sino utilizar los hechos a favor.
5. Relación. La capacidad de relacionarse con los demás, una capacidad que se basa en el hecho de comprender y de ser comprendido.
Conducta básica para la armonía y entendimiento de los compañeros de equipo. No se pretende que todos puedan ser amigos, pero si se sabe escuchar y entender la posición del otro, lo más probable es que a ese también le respeten.
6. Capacidad de comunicar. El deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los demás y el placer de relacionarse con ellos.
Tema delicadísimo por el celo deportivo que existe y por las conveniencias (contractuales) que se puedan tener de manera particular. Pero eso no quita que esa comunicación y confianza deba existir definitivamente dentro de un partido, ya que en esas circunstancias los intereses de uno son idénticos a los del otro. La comunicación para los relevos, coberturas, etc. Debiendo incluir aquí a participación del líder.
7. Cooperación. La capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en las actividades grupales.
Para terminar simplemente nos dicen que para que todo salga bien la ayuda de todos es importante, cooperar para que el resultado final u objetivo se cumpla de manera satisfactoria y de la mejor manera.
Sé perfectamente que cambiarle la actitud a las personas, más aún si son adultas, es algo complicado, pero nunca permitamos que esa posibilidad nos dé por vencidos. Tenemos parámetros de conducta desarrollados definitivamente sobre nuestra inteligencia emocional, pero si buscamos que cada uno de los personajes envueltos en el tema, por propia voluntad aceptan la idea de controlarse un poquito más a través de estos siete maravillosos puntos sustentados por el profesor Goleman, quedaría satisfecho.
Cuando los jugadores se den cuenta que solo depende de ellos mismos para que esto dé resultado, estoy seguro que lo aceptarían. Evitemos expulsiones, errar goles, lesiones, reclamos airados, molestias innecesarias y demás situaciones que se dan en un partido de fútbol, sepamos manejar la INTELIGENCIA EMOCIONAL.
Este artículo es de Cesar Chávez publicado en www.peru.com
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